Esperas a que nadie esté cerca de ti. Te acercas al frigorífico. Abres su puerta. Dudas un instante. Quizás no deberías, pero te dices que te lo mereces. Has tenido un día horrible (o demasiado bueno como para no celebrarlo). Y, un momento después, te sientas a la mesa con ese trofeo sustraído en silencio, como si fueras un ladrón, con la adrenalina a tope. Cuando decides que ya es suficiente, no puedes parar de comer. Algo dentro de ti, que doblega tu voluntad, te lo impide. Al fin consigues separarte de la mesa y lo haces, no con la satisfacción que esperabas, si no con una sensación de culpa que te hace volver la mirada cuando pasas frente a un espejo, porque esa no es la imagen de ti que quieres ver. Tienes un miedo atroz a la báscula del baño. Porque no ha sido solo esta vez. Te ocurre a menudo. Y estás asustado. Cada día despiertas pensando en la comida. Especialmente en esa comida que te atrae de una forma irresistible. Ya no sabes qué hacer. Has probado todas las dietas. Funcionaron durante un tiempo, pero luego…
Te sientes solo. ¡Si al menos alguien te comprendiera! No te atreves a contarlo. Crees que los demás son capaces de controlar sus vidas y que, a ti, la tuya se te escapa. En algunos momentos llegas a pensar si sería mejor no vivirla, dejar de sufrir. Pero un día encuentras un anuncio. Su mensaje te suscita curiosidad. Sientes recelo ante el hecho de que haya más personas, comedoras compulsivas como tú, que te brindan su ayuda sin pedir nada a cambio. ¿No será un espejismo? Ya has tocado fondo, no puedes más. Te decides a averiguarlo.
Asistes a una reunión. ¡Por fin gente que te comprende! A partir de ese momento sabes que, si tú quieres, ya no estás solo. Allí encuentras a otras personas que, hace tan solo unos meses, estaban tan perdidos como tú. Conoces a veteranos de figura torneada a quienes te cuesta imaginar con cuarenta kilos más. Y también a quienes recayeron e intentan volver a ser felices. “Solo por hoy” -o, al menos, por unas horas más- es uno de sus lemas. Y esto les hace ser conscientes del poder de vivir cada momento con plenitud. Saben que cuentan con la ayuda de un método, con la ayuda de un grupo y con la ayuda más elevada que cada uno sea capaz de concebir.
Quiero enviar, mediante esta carta, un aplauso para OA, que ha celebrado recientemente su congreso estatal en Perlora, por su labor altruista, anónima, continua y eficaz, pues abre una vía de esperanza a los comedores compulsivos. Y quiero hacer llegar un abrazo a las personas de todos los rincones de España que he conocido, cuyos testimonios me han emocionado.
Fabuloso…tal cual..gracias
He ido a una reunión en Barcflona y me encuentro un poco 👍 mejor