Ahora mismo no tengo necesidad de comer en exceso, pero durante
años la comida era mi amiga inseparable. Comer en exceso me consolaba de cualquier disgusto, me ayudaba a no pensar en mis miedos y preocupaciones. Con la comida todo lo malo parecía como amortiguado. Los problemas seguían allí, pero yo no me ocupaba de solucionarlos, solo comía.
No quería que nadie se me acerque demasiado. No tenía amigos ni muchas relaciones con mi familia, pero no me sentía sola, la comida siempre me acompañaba.
Cuando me veía obligada a estar con otras personas, me esforzaba en aparentar que soy otra. Nunca tenía opinión sobre nada, trataba de manipular a todo el mundo diciendo las cosas que querían oír. Quería a toda costa conseguir el aprecio y afecto que yo misma no me daba. Mi verdadero yo me parecía tan repugnante, que no me atrevía mostrárselo a nadie. Mantener las apariencias era un esfuerzo muy grande y me tenía en una tensión continua. Por eso estaba deseando que llegue el momento el momento de estar sola y comer. Sentía necesidad de comer en exceso para sentirme relajada y a salvo.
El problema empezó a cuando mi “mejor amiga” se volvió en mi contra. Era insaciable, cada vez me exigía más y más. Para evitar engordar empecé a vomitar, pero entonces la cosa empeoró, ya no tenía límite. La comida se apoderó de mi vida por completo, no podía pensar en otra cosa. Vivía con una permanente sensación de miedo, pero no era capaz de averiguar de qué tenía miedo. La necesidad de comer en exceso nublaba mi mente. Ya no era un placer sino una necesidad desesperada.
No me fue fácil conseguir la abstinencia. Cuando intenté dejar de comer en exceso, me di cuenta de mi total impotencia. Tuve que tocar fondo para poder admitir que la sensación de falsa seguridad y apaciguamiento que me proporcionaba la comida no compensaba la esclavitud que sufría. Tomé la decisión de afrontar mis miedos y odio que sentía hacia mí misma sin la muleta de comer en exceso.
Hacer los pasos cuarto y quinto ha sido fundamental para empezar a aceptarme a mí misma. Por primera vez en mi vida dejé las apariencias a un lado y me mostré tal cómo era. A pesar de eso mi madrina, a la que conté mi inventario, no sólo no me rechazó, sino que me mostró su afecto. Entonces sentí que yo también podría empezar a quererme.
Para mantenerme libre de la necesidad de comer en exceso tengo que usar todas las herramientas del programa.
El plan de comidas ha sido fundamental para distinguir entre comer para cuidarme y comer para olvidar mis problemas. Compartirlo con mi madrina, hablar sobre mis sentimientos en las reuniones y por teléfono, leer, escribir, aplicar los pasos a cualquier problema que se me presente, me ayuda a mantener la comida en su sitio. El servicio me ayuda a superar mi baja autoestima y el plan de acción a organizar el caos que gobernaba mi vida. Para los momentos de miedo e inseguridad confío en un poder superior a mí misma, y no necesito otorgar este poder a la comida.
Empecé a sentir todas las emociones: dolor, tristeza, miedo, pero también alegría y esperanza, y empecé a disfrutar de los placeres de la vida, incluida la comida. Abstinencia es lo más importante en mi vida y creo que no hay sensación más gratificante que superar la esclavitud de la necesidad de comer en exceso.
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