Mi manera de relacionarme con la comida tiene mucho que ver con mi manera de relacionarme con las personas. La gente nunca se ha comportado como yo creía que deberían hacerlo. Nunca me demostraban suficiente afecto y aprecio. Por eso elegí la compañía de la comida – esta nunca me fallaba, nunca me contestaba mal ni me criticaba. Pero llegó el momento cuando esta relación se me fue de las manos. La comida empezó a exigirme cada vez más y más, no podía separarme de ella en ningún momento.

Cuando la situación llegó a ser insostenible encontré una reunión de Comedores Compulsivos Anónimos. Empecé a relacionarme con los seres humanos. Al principio todo fue muy bien, eran cariñosos y comprensivos con una recién llegada. Pronto conseguí abstinencia y empecé a hacer servicio. Ahí empezaron los problemas. Por supuesto las personas del grupo tampoco se comportaban como yo lo tenía previsto. En principio me dediqué a criticarles a mis adentros y me quedaba callada en las reuniones de conciencia del grupo.
Cuando me eligieron para el servicio de información pública me dije: “esta es la mía,  voy a enseñares cómo se hace publicidad. Se van a quedar boquiabiertos y me lo van a agradecer muchísimo”.

Conseguí contacto con una periodista novata,  que buscaba noticias morbosas. Le organicé una entrevista con dos recién llegados, que aún no sabían mucho del programa y no conocían las tradiciones. Todo eso sin decirles nada a las personas más antiguas del grupo.

Cuándo salió la entrevista, en vez de elogios solo recibí reproches por actuar sin contar con la conciencia del grupo. Me quedé muy resentida. Antes mi manera de actuar en estas situaciones era enfadarme con todo el mundo y salir dando un portazo. Pero esta vez era distinto – no tenía a dónde ir y tuve que aprender a resolver las situaciones conflictivas. Lo conseguí con la ayuda de pasos y tradiciones.

Lo pasé mal, pero ahora estoy agradecida por haber vivido aquella experiencia. Gracias al servicio aprendí que puedo equivocarme y pedir perdón, aprendí a hacer cosas con ayuda y por el bien de todos, sin esperar que me lo agradezcan. Las tradiciones me enseñan que puedo estar en desacuerdo con otras personas y no por eso tengo que odiarlas, que puedo expresar mi opinión sin esperar que todo el mundo esté de acuerdo conmigo.

Este aprendizaje me sirve para mejorar mis relaciones fuera de OA. Ya no tengo tanto miedo a las personas y no necesito refugiarme en la comida. Gracias a las tradiciones voy aprendiendo a relacionarme de una manera sana, queriéndome a mí misma y respetando a los demás.