Después de quince años recayendo, llegué a una desesperación tal que me motivó a buscar una solución en el único sitio que me daba esperanza, en las reuniones de doce pasos. Esa esperanza me llegó a través de compartires de los compañeros dentro y fuera de las reuniones. Vi sus caras y sus sonrisas, lo relajados que estaban compartiendo después de la reunión y las risas que se producían mientras relataban los acontecimientos de la semana. Eso creaba un ambiente de bienestar que yo nunca había conocido y quería más.
No creía que yo podía dejar de consumir, pero estaba enganchada a ese buen sentimiento. Entonces no estaba honesta, ni con ellos ni con nadie especialmente conmigo misma. Hacía muchos años que no sentía la necesidad de ser completamente honesta. Y en las reuniones mentía en mis compartires, diciendo que estaba abstinente cuando no lo estaba; y mentía en mí día a día; en el trabajo, en mi matrimonio, y con mi familia. No había más relaciones en mi vida.
Todo empezó a cambiar para mí después de una reunión, tomando café en un bar con una compañera. Ya había relatado antes que estaba en una situación de compulsión pero que no había recaído, lo cual era mentira. Cuando la dije que sí consumía mi corazón estaba yendo a 150 por minuto. Tenía muchísimo miedo al rechazo pero aún tenía más miedo de recaer en mi adicción y perderme para siempre. Estaba consumiendo a escondidas. Fui a reuniones tratando de quedar bien y formar parte del grupo. No ser honesta era mi forma de existir desde que tenía diez años.
Fue entonces cuando empecé a tener pensamientos que no podía compartir con nadie porque eran inadecuados, raros o sucios. Me regañaban por ellos. Desde entonces intenté ser diferente de como soy. Esta proyección falsa es la que pensé que me permitiría ser aceptada por los demás, pero lo que realmente hizo fue impedirme que me acercara a cualquiera, incluso a mí misma. Cuando la dije que sí entré en compulsión mi compañera lloró por mí. Su compasión por mí llegó a mi corazón. La pedí el madrinazgo.
Su primera sugerencia era decir la verdad especialmente en las reuniones. Me dijo que si no comparto honestamente en las reuniones no me funcionan. Seguía consumiendo de una forma funcional pero compulsiva. Quiero decir que podía mantener mi trabajo y mi familia y simultáneamente estar activa, sufriendo cada día en privado. Tenía que decirle al grupo que estaba en recaída y que les había mentido. Sabía con certeza que nunca volverían a hablar conmigo.
Todavía recuerdo ese momento como si fuera ayer. Miré al piso mientras confesaba que les había estado mintiendo durante meses. Después de mi turno, simplemente me dieron las gracias y pasaron a la próxima persona. Después de la reunión, muchos miembros se acercaron a mí para decirme que ellos también habían mentido durante años sobre su recuperación. Yo no era la única. Su calidez y actitud hacia mí no habían cambiado, pero yo sí. Estaba aprendiendo a ser honesta.
Meses después, tras aprender en las reuniones cómo ser honesta, comencé a ser sincera con otra compañera con que tenía mucha confianza. Le dije que había estado en recaída todo este tiempo. Ella me contó su experiencia haciendo lo mismo que yo, consumiendo solo un poco. Ella dijo que estaba bien hasta que un día lo perdió y estuvo en plena recaída durante siete años. Su honesta compartir me ayudó a no consumir esa noche. Fue el comienzo de mi recuperación.
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